Historia

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Poblado ibero del Cabezo de Alcalá, en Azaila.El fértil cauce del río Martín da origen a la población humana de una comarca cuyos pueblos han conocido y conservan vestigios del paso de muchos siglos de historia y de numerosas culturas y sociedades: pobladores prehistóricos, íberos, romanos, musulmanes, judíos y cristianos han dejado su huella en el Bajo Martín.

Como testimonio de esos primeros pobladores de la comarca quedan las pinturas rupestres en los abrigos de Los Chaparros y Los Estrechos (6.000 a J.C.), valiosas muestras del arte rupestre levantino, reconocido como Patrimonio de la Humanidad e incluidos en el conjunto del Parque Cultural del Río Martín.

La época ibérica es sin duda de gran esplendor en la comarca. Enmarcadas en la zona dominada por los sedetanos del Ebro, todas las poblaciones del Bajo Martín tienen sus pequeños yacimientos. Destacan por encima de todos ellos el poblado de La Bovina, en Vinaceite y el del Cabezo de Alcalá, junto a la población de Azaila, uno de los yacimientos de la antigüedad mejor conservados y más estudiados de España.

Villa Romana de La Loma del Regadío, en Urrea de Gáen.El mundo romano dejó en la comarca 'masio' rurales, como la encontrada en la Loma del Regadío, en Urrea de Gaén. El Museo de Teruel conserva el mosaico de La Quimera aquí extraído.

La toponimia de la mayor parte de las poblaciones y partidas de la actual comarca es de origen islámico, así como los sistemas de riego, herencia romana que los musulmanes supieron conservar y mejorar. Pero si el Bajo Martín en su conjunto es heredero directo de la época musulmana, es en la conquista cristiana y en su posterior organización territorial donde reside su actual disposición. Entre los años 1148 y 1149 toda la zona quedaba en manos del reino de Aragón merced a las conquistas la cofradía militar de Belchite. El territorio se repartió en varios señoríos laicos y religiosos. Samper de Calanda, junto a las poblaciones de Jatiel y Castelnou quedaron al mando de la Orden Militar de San Juan de Jerusalén. Albalate, con las villas de Andorra y Almochuel, fueron donadas por Ramón Berenguer IV al obispo de Zaragoza Bernardo II en el año 1149. Por último, el rey Jaime I creó el señorío de Híjar, que incluía el resto de poblaciones de la comarca.

Sinagoga judía de Híjar.El Bajo Martín fue, como gran parte de España, una amalgama de culturas y tradiciones que coexistieron, con sus propias formas de vida y sus propias reglamentaciones, hasta las consabidas expulsiones. Todas las poblaciones contaban con aljamas musulmanas, que en localidades como Urrea, Vinaceite, La Puebla o Jatiel constituían el grueso de la población. Más escasa, la comunidad judía, residía principalmente en Híjar, en el actual barrio de San Antón, donde se conserva una sinagoga medieval del siglo XV.

La expulsión de los moriscos provocó una profunda catástrofe demográfica y económica en toda la zona que se sumó a la crisis general que el siglo XVII trajo a España. El siglo sí sirvió para marcar la evolución de los concejos y administraciones que hicieron que los ayuntamientos fueran alcanzando mayor poder. El 4 de julio de 1688, Jaime de Híjar concede a La Puebla de Híjar y a Urrea de Gaén la independencia respecto al gobernador de Híjar, con lo que comienza una organización más moderna y autónoma de las propiedades ducales. De forma similar, el resto de poblaciones fueron asumiendo mayor nivel de competencias a lo largo de estos siglos.

Durante el siglo XVIII, el siglo de las Luces, el Bajo Martín como el resto de la zona, vio como la agricultura, en especial la del olivo, se desarrollaba hasta alcanzar un nivel de calidad y producción importante. Otros productos, como las hortalizas, cereales y el impulso de una protoindustria del sector textil, que incluía la elaboración de seda, generaron las situaciones propicias para el desarrollo cultural y artístico de estas tierras.

Castillo Palacio Arzobispal, en Albalate del Arzobispo.

A finales del siglo XIX la desamortización de Mendizábal dejó numerosos conventos desacralizados y en ruinas, como el de Híjar. Los terrenos antes comunales o religiosos pasaron, por extrañas tretas legales, a ser propiedad de nuevas familias que instauraron una época de cacicazgos que llegaría hasta tiempos recientes, haciendo un uso feudal de la mano de obra.

Edificio de la estacion de tren, en La Puebla de Híjar.Ya en pleno siglo XX el ferrocarril y el regadío, posible gracias a los pantanos de Escuriza (1893) y de la Cueva Foradada (1920), terminaron de configurar las posibilidades económicas y de desarrollo de la comarca a lo largo del siglo. La azucarera de La Puebla de Híjar, vinculada a la nueva vía férrea, cambió formas de pensar y abrió puertas a nuevos sistemas de trabajo y desarrollo. Asimismo las explotaciones mineras de las vecinas comarcas de Andorra y Cuencas Mineras supusieron una importante fuente de empleo y recursos en una comarca tradicionalmente agraria y ganadera. En los últimos años y a pesar del progresivo cierre de las minas, el sector industrial, cada vez más diversificado merced a los polígonos industriales de Albalate y La Venta del Barro, y el de servicios, han desplazado a la agricultura, tradicional fuente de riqueza de la comarca.

El último paso en el devenir histórico del territorio es la constitución de la comarca del Bajo Martín. A pesar de la fuerte vinculación de la zona con el Bajo Aragón turolense y su capital, Alcañiz, los nueve municipios escogieron constituirse como comarca independiente con el ánimo de dar mejor respuesta a una problemática propia, relacionada con su ubicación en la cuenca del Martín. Por razones de centralidad geográfica la capitalidad de la comarca ha recaido en Híjar, a pesar de contar con menos habitantes que Albalate.